lunes, 20 de mayo de 2013

Hoy me ha dado por hablar..


Tengo un ritual con una amiga. Sí, lo se, suena un poco raro, pero es más normal de lo que crees. La ceremonia empieza con una llamada, la cual, nunca sabes cuando puede llegar, pero posiblemente será el día que peor te veas en el espejo o más alto lleves el moño de andar por casa. Solo una cosa es segura, siempre te pillará con ganas.

El escenario es improvisado; la barra de un bar, una mesa en el nuevo restaurante “in” de la ciudad o una simple cocina. Indispensable: cervezas frías.

Es el momento en el que decidimos dejar el mundo a un lado y hacer tres de las cosas que mejor se nos dan: comer, beber y hablar.

Pero ojo, cuando digo hablar no me refiero a simples charlas sin sentido, o a estúpidos chismorreos (que también los hay, no nos engañemos, somos mujeres) me refiero a conversaciones donde una ayuda a la otra y la otra ayuda a la una, con consejos, advertencias o risas, pero el resultado es igual, crecer un poquito más. Y es que, cuando menos te lo esperas, puedes escuchar una palabra o una frase que te impacte, o incluso una conversación entera. Y ahí es donde estoy yo, con mi móvil lleno de notas, mi libreta o mi cabeza en caso de que fallen las otras dos.

Y así fue, gracias a mi amiga, como me di cuenta de lo importante que es darse cuenta de las cosas. Vale, esto también suena un poco raro, pero si sigues leyendo verás que tengo razón.

Ni siquiera recuerdo que le estaba contando (será porque ya habíamos pasado a los Gin Tonics o simplemente porque mi memoria es equivalente a la de Dori, el pez de Nemo), pero el caso es que yo pronuncie esas palabras, esa expresión tan corriente que en cambio es tan singular “Y entonces me di cuenta de que…” Ella me interrumpió y rápidamente se justificó diciendo “Si te diste cuenta, ya has hecho lo mejor que podías hacer”

Archivo nuevo, añadir nota… Ya esta, todo aquello había quedado almacenado en mi cabeza. No podía parar de pensar en ello. ¡Qué estúpidos podemos ser a veces! Yo, que soy fiel defensora de los pequeños detalles, aquel día encontré mi lema.
Y es que cuanta razón tenía mi amiga, y que importante es darte cuenta de las cosas.

Darte cuenta de que llegó la primavera, aunque unos días de frío nos quieran despistar.

Darte cuenta de que no hay lugar en el que sentirte más libre que en el mar, de que solos no somos nadie pero que a veces necesitamos la soledad.

Darte cuenta de que quizá hace demasiado que no te ríes, pero reírte de verdad, de eso que hasta duele y no puedes respirar.

Darte cuenta de lo vivo que te puede hacer sentir improvisar, coger el coche y no saber donde parar.

Darte cuenta de cuanto puede decir una mirada, o de cuanto te quiero contar cuando me muerdo el labio. De que no me gusta que me den la mano, pero habrá momentos en los que necesitaré que me agarres fuerte.

Darte cuenta de cuanto te hace soñar ese libro, llorar esa película o bailar esa canción, la que has escuchado tantas veces y de la que no te has conseguido cansar. Esa que usarías como banda sonora de tu vida y que te hace andar por la calle creyéndote la protagonista del último estreno importante.

En definitiva, darte cuenta de que a veces hay que parar y mirar a tu alrededor para descubrir todas aquellas cosas que sin querer, has pasado por alto, porque si no, estarás paseando por tu vida y además de puntillas, y eso, en mi humilde opinión, sería un grave error.

                                                       -MM.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado. Me siento muy identificada. Yo estudio periodismo en Murcia y lo único que pretendo, cuando tenga un puesto de trabajo, es que las mujeres se sientan idenificadas con lo que escribo... te compartiré

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  2. Que bonitas palabras! Espectacular como escribes.

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  3. Son los pequeños detalles los que nos hacen felices. Muy de acuerdo contigo

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